22 de enero de 2014

Arturo y Drácula

Un análisis muy interesante que entrelaza los mitos del rey Arturo con los de Drácula así como otros elementos culturales. Es, además, la primera colaboración externa en este blog. Gracias, Frank.

Por Frank Pesantes

Al parecer el mito de Drácula es una suerte de reverso del mito de Arturo. El nombre de la casa de este último es Pendragon; la raíz pen proviene del iranio pant que significa señor o dominador, del mismo modo que el eslavo vlad. Entonces, Pendragon tiene significado idéntico a Vlad Dracul: el señor o domeñador del dragón (dracul, en rumano).

Arturo es un compilado de referencias históricas y míticas acerca de reyes de sacrificio y reyes de regeneración de las fuerzas fecundantes. En su aspecto histórico este mito se ha compuesto de personajes como Artorius Castus, centurión de la Legio III Gallica al norte de la provincia de Bretaña, actualmente Inglaterra.



 El rey Arturo como uno de los "Nueve de la Fama". Este detalle se encuentra en el "Tapiz de los héroes cristianos" (circa 1385).



Eran los años del imperio tardío de Roma bajo Marco Aurelio (121-180 d.C.), quien asignó un contingente de 5.500 guerreros sármatas, como una élite de caballería pesada (cataphracti) para resguardar esa frontera en torno al Muro de Adriano; efectivos que fueron puestos al comando de Artorius.

Estos caballeros sármatas habrían sido los responsables de llevar hasta las costas atlánticas el prototipo de la figura de Arturo, cuya reminiscencia identificable se encuentra en la actualidad entre las tradiciones épicas de los osetas en el norte del Cáucaso. Los osetas constituyen un pueblo de origen iranio el cual deriva de los alanos, rama del pueblo sármata; y de ahí que se hayan emparentados con los yazigue-sármatas de Artorius, quienes llegaron a Bretaña en el siglo II procedentes de Panonia, en lo que hoy es Hungría.

Dicho prototipo de héroe es conocido como Batraz, en el cuerpo de tradiciones narrativas denominadas genéricamente Sagas de Nart, y que los osetas comparten en distintas versiones con sus vecinos del Cáucaso: ubijés, georgianos, abjasos... Los osetas hablan todavía un dialecto iranio denominado iron, y su capital en Osetia del Norte o Alania es Vladikavkaz (dominadora o señora del Cáucaso).

El mito de Arturo se alimenta además de otros personajes históricos como Riothamus, y dialoga, en la vía intrahistórica y mitosófica, con William Wallace.

Los alanos de la época de las invasiones bárbaras (siglo V d.C.) habrían introducido en Europa Occidental, sobre todo en lo que ahora es territorio francés, otra versión del prototipo de Arturo-Batraz del cual, presumiblemente, se derivó el ciclo de Lancelot del Lago. Los linajes descendientes de los yazigues en Bretaña y de los alanos en Francia con el tiempo habrían encargado que esas narraciones ya ligeramente transformadas o revestidas, fueran compiladas por eruditos y copistas de la iglesia de Roma, con quienes compartían en algo la ascendencia y el patrimonio de los llegados de las llanuras del Este. Dichos clérigos, al toparse con la similitud entre los ciclos de Arturo y de Lancelot, terminaron por unificarlos en un mismo cuerpo épico y de leyenda. Extraño pero convencional procedimiento en casos semejantes. Y curiosa esta creación de mitos gemelos por esos devenires de naciones entre Oriente y Occidente.




"La Mesa Redonda experimenta la aparición del Santo Grial", ilustración de un manuscrito francés del siglo XV. 


En resumen, los ciclos de Arturo y el Grial -que tendría su génesis y contraparte en las Sagas de Nart como el Nartamongae, -o el "cáliz sagrado de los Narts", como su versión del receptáculo de propiedades regenerativas y revelatorias de la condición de los héroes- vendrían a estar constituidos por un núcleo de las tradiciones épicas procedentes de las estepas, lugar de origen de los iranios del norte, y un trasiego diagonal de las literaturas y mitos celtas. A tales referencias se añadirían, claro está, las materias cristianas y las provenientes de cultos mistéricos y gnósticos que en la Edad Media circulaban por Europa.


Los Narts son seres divinos o semidivinos de las edades heroicas de los escitas, se consideran asimismo como proyecciones o dobles celestes de los escitas en sí en el plano de los mitos, en su estructura o cosmovisión. En las citadas sagas se relacionan sus orígenes, costumbres, tradiciones y hechos de valor.

Si tenemos en cuenta la enunciada relación etimológica entre el mito de Arturo Pendragon y Vlad Dracul, podemos colegir que los reyes de sacrificio y regeneración provienen de los mismos linajes que los reyes sacrificadores. Como si para crear o regenerar hiciera falta algún tipo de hundimiento, o descomposición. O que la belleza, aún en el sentido que la entendían los griegos como proporción justa y adecuada función, tuviese que emerger de lo informe. Así como posteriormente interpretaron Miguel Ángel y Rodin en determinados ejemplos su estatuaria.




 Inmersión en cáliz. Del libro "Nart Sagas from the Caucasus: Myths and Legends from the Circassians, Abazas, Abkhaz, and Ubykhs", de John Colarusso. Ilustración de Meretukov Davlet.


William Wallace, como se puede deducir, o mejor dicho su personaje mítico y literario, es uno que se llega a mirar en el espejo de Vlad Dracul como un anverso. Wallace (de Uallas, que en galés medieval significa precisamente galés, o "extranjero") se haya en una situación límite vinculada al destino y a la identidad de su nación frente a una amenaza externa. Sufre una suerte de expiación desproporcionada al verse separado de su cónyuge por acción de ese poder unívoco. Ambos van a buscar de cierta manera a ese otro, la amada, al confín de los mundos, donde transcurren los sueños, las sombras y los muertos. Es aquí donde siguen caminos antitéticos en apariencia y discurren de modo disímil las claves operativas de su destino por causa quizá de alguna divergencia en sus antecedentes o en su proceder, o en su pathos. Los dos toman senderos opuestos al lidiar con la presencia o la separación del otro, la experiencia de la muerte en el confín de los mundos. El caudillo sacrificador se abisma en los elementos, en el ámbito del dragón. El que se siente llamado a ser líder de sacrificio, en cambio, tiene que flotar en su aliento, en su bruma, como si eso consistiese en principio dominarlo; con la perspectiva de algún momento bañarse con su sangre. Ya no su cabeza, que sería el precio que ambos deberían pagar. En el caso de Wallace, como el antepasado de los mitos galeses: Bran el gigante bendito, el de la cabeza parlante.

Los celtas y los escitas -término con el que de modo genérico se designa a los grupos iranios de las estepas- compartieron correrías en común. Fueron vecinos en la nombrada civilización de Hallstatt allá en la Edad de Bronce tardía. Se dice que caudillos escitas removieron pueblos en Irlanda. Y que hubo bandas mixtas celto-escitas en las estepas, luego de las aventuras y asentamientos que un grupo de celtas emprendiera en Asia Menor, a quienes luego se denominaría gálatas.

De igual modo lucharon entre sí algunos entre estos conjuntos de naciones. Ya en la Antigüedad se hablaba de la puerta de los pueblos al norte de los mares Negro y Caspio, que separaba a sus habitantes "por el mutuo temor". Las estepas, según Argullol, es ese terreno del otro, con el cual las fronteras pueden ser fluidas pero que se perciben como amenazantes. Las estepas, el mar de pastizales verdes, de donde se oxigena la esperanza justamente en la posibilidad de renovación, con y a pesar del sentido de lo inminente e irrevocable. La expectativa a los cambios bruscos, al propio aniquilamiento o a la revolución.

Un autor afirma que los celtas habrían asumido una suerte de propósito, con o sin conciencia de ello, en trasladar la antorcha de las civilizaciones históricas del Mediterráneo y el Oriente hasta las brumas y ciénagas del Norte. Aunque se debe estar advertido del carácter decimonónico y romántico que abriga tal sentencia. 

En tanto se dan estas correrías entre las indoeuropeizaciones céltica y escítica, es que se pone en juego el mito del Grial, que también tiene que ver con el trasunto de confines, fronteras y direcciones, una vez que dichas direcciones geográficas así contactadas y movilizadas abren esa puerta de Oriente a Occidente; como se observa en las cruces célticas, que más que evocar una finalización inspiran en su lugar un juego de surcos y de movimiento. Quizá esta puntualidad tenga alguna ligazón o se refleje en la actitud que se percibe en muchos irlandeses al celebrar los funerales; en otras palabras, los toman como una fiesta. Las migraciones de estos pueblos entonces no sólo estuvieron motivadas por razones climáticas y escasez de alimento, o por una tipología de "mal del deporte", sino que también fueron estimuladas y prefiguradas por los druidas a manera de vórtices, de oleadas, para así movilizar la rueda cósmica.

De la rosa náutica y las fluctuaciones del norte magnético -que así difiere del norte geográfico-, y de las fluctuaciones que este norte magnético ejerce sobre la aguja imantada, se podría imaginar un abanico de posibilidades simbólicas, unas más elaboradas que otras a partir de observaciones sencillas. De las direcciones e inclinaciones surgen las cruces, y de éstas surgen a su vez las rosas y el cáliz. La rosa de los vientos es la rosa de las analogías y de las dualidades.

Otra vez Argullol señala que al aproximarse a las formas de conocimiento de las culturas de Oriente, se desarrolla con el tiempo ese pensar del corazón. Esa forma sentipensante de acercarse a la realidad. Otra vez son migraciones y síntesis las que se pueden trasladar al ámbito de los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo, así como orgánicamente, a sus interconexiones y glándulas cinrcunscritas. Littleton y Malcor, que han estudiado a fondo el nexo entre los escitas y los ciclos arturianos en el aspecto histórico, afirman que los portadores de aquella cultura son tan próximos a nosotros -hablando de Occidente- que no los podemos ver.




Migraciones alanas y vándalas en los siglos IV y V. Rojo: migraciones; Naranja: expediciones militares; Amarillo: áreas de asentamiento. (Fuente: "From Sarmatia to Alania to Ossetia: The Land of the Iron People").

Bram Stoker, escritor irlandés, autor de la novela gótica prototipo en torno a Vlad Tepes, o Drácula; señaló en una oportunidad haber recibido de un sueño una temprana noción de su personaje, a partir de circunstancias precisas, anecdóticas: un día, dice, encontró que en un puerto inglés se daba el desembarco de una nave procedente de Rusia. Cuenta haberse enterado de que sus tripulantes transportaban desde su país de origen baúles rellenados con tierra para llevar algo de él a su nuevo destino. (A los apilamientos de tierra se identifica con la percepción mítica de los pueblos de las planicies de Eurasia. Por tal motivo los escitas, los hunos entre otros, clavaban espadas en las tumbas de sus héroes y caídos sepultadas bajo montículos de tierra. Esta costumbre se observa con facilidad en los ciclos artúricos). Una de esas noches, después de haber presenciado este suceso del desembarco, Stoker soñó que en su habitación aparecía una figura aristocrática, un conde, que se gastaba una presencia impávida aunque amenazante; que el soñador de algún modo relacionó con las culturas de Europa del Este y con los sucesos vividos durante aquellos días. Más allá de las anécdotas, se observan distintas razones y antecedentes por los cuales pudo él haber elaborado dicha épica con todo un bagaje de implicaciones y trascendencia. (Nota curiosa: Bram, como en el nombre del autor, es otra forma de Bran. Dos variantes del irlandés para designar al cuervo. Pero es también la manera irlandesa del nombre Abraham, que es el original de Stoker. Vemos aquí casualmente a Bran, un caudillo de sacrificio y a Abraham, un patriarca sacrificador).




Vlad III Drácula (1431-1476), o Vlad Tepes, voivoda de Valaquia entre 1456 y 1462.


El ámbito del dragón hay que recordarlo también, es el ámbito del Otro, el toro o minotauro que espera en el laberinto. De tal modo, y representando las fuerzas telúricas, se puede convocar desde la concepción simbólica un vértice, una grímpola con las fuerzas del magnetismo terrestre y astral, figurado por el toro alado, o Fanes, que guarda entre sus atribuciones el ser mediador de los efectos de atracción y de repulsión. Concomitante a Pan, al Fauno, y a Jano bifronte, deidad de las puertas y de los comienzos, quien presumiblemente haya dado el nombre al mes de enero, el inicio del año; mes donde se celebra que los Reyes de Oriente, sabios de Persia, viajaron hacia Occidente llevando consigo tres ofrendas relacionadas a los tres principios de soberanía de los indoeuropeos. El incienso representa el aliento divino, la función sacerdotal; el oro la función real, o de poder; y la mirra, la vinculación con la tierra, con el espacio de desenvolvimiento y desarrollo de la riqueza, con la propiedad. Estas correspondencias fueron estudiadas por Dumèzil a partir de las Sagas de Nart y épicas similares del Cáucaso, que tienen profundo correlato indoeuropeo e indoiranio. Funciones que se habrían presentado milagrosamente al héroe Batraz significadas en ciertos objetos: una piedra, una espada y una copa. Heródoto (siglo IV a.C.) refiere por su parte las tradiciones de un grupo de escitas, con quienes trató en sus viajes a territorios de la cuenca norte del Mar Negro; donde se habla de Targitaos, el padre de los escitas, quien habría arrojado una copa del cielo para que fuese recogida por Kolaxais, su vástago, primer rey de aquellas tribus. A esta copa se añadirían luego un hacha y un arado. Aquí vemos que se distinguen de nueva cuenta las tres funciones: de culto o sacerdotal, en la copa; de defensa o poder, en el hacha; y de propiedad o riqueza de la tierra, en el arado. Tres grupos de iranios diferentes, citados de tres fuentes -dos de ellas clásicas- habrían legado tres versiones de esa estructura de visión de mundo.

Esta paradoja de los reyes o caudillos de sacrificio y regeneración como procedentes de los reyes sacrificadores, guarda correspondencia en distintas culturas. En la tradición judeo-cristiana, Jesús proviene de la tribu de Judá y de la Casa de David; en otras palabras, pertenece a una estirpe guerrera. Gautama Buda era hijo de un rey, era un kshatriya, un guerrero. Orfeo era hijo del rey Eagro de Tracia. La familia de Mahoma era una de las que tenían a su cargo la defensa de la ciudad...


Hechos que relacionan las figuras míticas de Arturo con la de Jesús, consisten en que a éste se lo reconoce como proveniente de la Casa de David. Suena familiar en esa tradición que es un Hijo de David, este glorioso rey de Judá y posteriormente de Israel que sucedió a Saúl para hacerse de una de sus esposas, quizá la más célebre de todas: Betsabé; tuvo que enviar al esposo de ésta, Urías el Hitita, a las primeras líneas de combate para que pereciera con toda probabilidad. Algo similar sucedió con el padre carnal de Arturo, Uther Pendragon, que tomó por un engaño a la esposa de uno de sus duques leales: Ygraine, metamorfoseado en su esposo, Garlois, gracias a que Merlín desató el aliento del dragón que tenía, entre otras, la propiedad de la transmutación. De este encuentro particular surgió Arturo, a quien, siempre en la versión de Thomas Malory en Le Morte D'Arthur, acogió luego Merlín con el propósito de que fuese instruido por él como única condición previa e inexcusable para realizar aquel prodigio. Uther tuvo en este caso que sitiar también el castillo y segar la vida del duque Garlois que hizo viuda a Ygraine.

A David, el profeta Natán fustigó diciendo que por ese acto de crueldad basado en la lujuria su espada no descansaría jamás. A Uther, Merlín reprochó diciéndole que no tendría en adelante paz en su reino porque debido a su accionar nefasto ya nadie confiaría en él y sería acechado en todo momento. A Arturo lo tomó Merlín siendo muy pequeño para que sea educado por él mismo con el propósito de que llegase a ser un rey diferente. De la unión entre David y Betsabé nació Salomón.

Uther o Uter, viene del galés y significa terrible o que inspira temor. Otro detalle que lo vincula simbólicamente con el dragón.




Ilustración de Gustave Doré de Arturo y Merlín para "Idilios del Rey" (1868), de Lord Alfred Tennyson.


En nuestras culturas andinas también existen vestigios de los reyes de sacrificio, que fueron y que un día volverán, como en el caso de Arturo, de Teseo, de Marko Kraljevic, de Federico Barbarroja, de Federico II Hohenstaufen, de Carlos XII de Suecia... Se trata del último emperador de los incas, Atahualpa, quien según las crónicas aceptadas por la historia oficial fue ajusticiado por los españoles bajo la pena del garrote vil. Según otra versión, tradicional del imaginario de los Andes, Atahualpa habría sido decapitado y desmembrado. Pero en tal eventualidad, llegado el tiempo, tendría que volver a juntarse su cabeza con sus demás partes, destacándose su corazón y su sexo.

Está a la mano afirmar que estas asimilaciones míticas concernientes a Atahualpa pueden ser versiones muy tardías influenciadas por los convencionalismos de las culturas indoeuropeas y de sus génesis de mitos, como así puede sugerir la colonización española. Pero no se trata de caer en el escepticismo a cuenta de ser "serios", siendo que la respuesta no es tan sencilla. Georges Dumèzil, el gran académico francés, encontró en un viaje que realizó por seis meses al Perú en los años 60, que existe considerable vocabulario en común entre el quechua y el turco, además de semejanzas estructurales. Hizo esta compilación a modo de un procedimiento habitual en su metodología de trabajo puesto que se trataba de un lingüista entrenado, experto en lenguas del Cáucaso y del Asia Menor. A esto habría que añadir determinados mitos acerca del origen de los incas como surgidos, en una fracción de su linaje, de pueblos llegados del mar. Por otro lado se habla de la influencia o contactos que hubo entre la cultura denominada Jomón del actual archipiélago japonés, con las culturas del litoral ecuatoriano.







Ejecución del inca Atahualpa. Ilustración de Felipe Guamán Poma de Ayala en "Nueva crónica y buen gobierno" (1615)

En el Japón existe asimismo una versión del mito de Arturo-Batraz en la figura heroica del nombrado Yamato-Takeru, lo que hace sospechar una especie de difusión cultural a lo largo de las estepas eurasiáticas; como también sugiere la mística guerrera y ecuestre de los samurai y otros detalles como el hecho de que los pórticos sagrados del sintoísmo japonés, los torii, muestren claras reminiscencias de vocablos indoeuropeos (tor, tür, door...), aunque oficialmente se hable de un origen desconocido para este término. Las puertas torii separan el espacio sagrado del espacio profano... La difusión, por tanto, pudo haberse dado luego a través del Pacífico. Se han establecido además otros paralelismos entre los cultos incásicos y los procedentes de Persia.

Vale tener algún recaudo con lo que ciertos investigadores alternativos postulan con respecto a una conexión hunos-huncos-huancas-incas-chancas-chanchán... Y otras aproximaciones que aseguran se ha llegado a establecer considerables similitudes entre el antiguo magiar y las lenguas prehispánicas de los Andes ecuatoriales. Tanto el turco como el magiar -antiguo húngaro- son lenguas de la superfamilia uralo-altaica, de igual modo que la lengua hablada entre los hunos (emparentada con el turco). Los pueblos de estas familias de lenguas han compartido durante siglos genes y manifestaciones culturales a lo largo de las estepas con los pueblos indoiranios. Se dice incluso que los turcomongoles o turanios tuvieron su origen entre pueblos escíticos que entablaron contacto con otros pueblos de Asia. Consideraciones un tanto especulativas aunque plausibles estas de ciertas tradiciones, que esperan su tiempo de ser corroboradas, matizadas o descartadas. Aunque los estudios culturales y genéticos vienen apuntando en este sentido.

Dumèzil por su parte hizo su trabajo comparativo en el Perú, enmarcado en el propósito de que otros investigadores continuaran rigurosamente con la tarea de estudiar esas posibles conexiones entre el quechua y el turco.

Existen algunos puntos de contacto entre los ciclos de Arturo y la obra de Bram Stoker sobre Drácula. Además se dan a notar paralelismos entre las historias de Bran el Bendito -Bran the Blessed- con los mencionados ciclos arturianos. El Rey Pescador, como en las historias de Robert de Boron, quien es a su vez el rey custodio del Grial, se encontraba yaciendo en su castillo encantado recuperándose de una herida en la pierna, similar a la herida en el pie de Bran; siendo mantenido en condición estable mágicamente por el poder del cáliz y esperando a que llegase un héroe para sanarlo -en este caso Perceval o Peredur. El Grial tiene la facultad de regenerar o sanar a quien beba de él si es la persona o la circunstancia indicada, de otro modo podría fulminar al triste voluntario; el mismo efecto tiene el Nartamongae en la tradición oseta. Característica que recuerda de modo semejante a lo que sucede con el caldero de Bran en cuanto a las propiedades de sanación o regeneración, con la particularidad de que la persona que bebiese de éste de inmediato perdía el habla... A esa figura en estado de convalecencia, que también encarna Arturo en espera de que Perceval encuentre el cáliz sagrado, se la conoce en otras tradiciones como el Rey Sirena (The Mermaid King). Se cuenta que un rey pescador se hallaba en su apacible jornada, cuando una sirena lo llamó desde el fondo del agua invitándolo a seguirla. El pescador en este caso sucumbió, encantado por la belleza y el eterno deleite que se le prometía. Mientras el rey no terminaba de caer en cuenta, ya estaba sumergido en aquel mundo, aletargado, entumecido y desconectado de sí mismo, sin mayor posibilidad de reacción. El Rey Sirena, por lo tanto, es el emblema de un rey mermado. La etimología que muestra el DRAE hace proceder mermado del latín minimare, derivado de minimus, significando: hacer que algo disminuya o quitar a alguien parte de cierta cantidad que le corresponde, o también: bajar o disminuir algo o consumirse una parte de ello. Mermaid, por otro lado, proviene de mere, que en el inglés del siglo XIV significa lago, y de maid: doncella. Vemos que mermado y mermaid proceden de etimologías distintas pero fonética y simbólicamente son términos imbricados y abren muchas vías de diálogo e intertexto.

En otras versiones del ciclo de Arturo, Peredur busca y rebusca en el interior de un misterioso castillo sin dar con la presencia del Grial, pero en su lugar se encuentra con una cabeza humana separada de cualquier cuerpo.

En Irlanda no escasean los mitos sobre cabezas parlantes en cuanto existe allí la creencia de que la cabeza es el asiento del alma. Hay quienes comentan el mito de la decapitación de Juan el Bautista aduciendo que se trata de una representación de separar o poner fin a la cabeza de la profecía. Lo que probablemente implique la desarticulación de las superestructuras de los misterios. Nietzsche comenta en uno de sus aforismos, o se cuestiona, que una idea pueda tener origen en su antítesis; que tal principio de sublimación de lo grosero a lo sutil, de cómo una noción, principio o experiencia delineada y redonda, llegue a relacionarse a oscuras y poco felices proposiciones o surgir de ellas como se ha dicho. Se trata sin duda para él de un vaivén artificioso del pensamiento oriental.

Cabe recalcar que la traducción del nombre de Bran es cuervo, ave considerada mensajera entre dos mundos -naturaleza dual que comparte de otro modo con la sirena. Quien por cierto sumió a Arturo en ese estado de merma fue su hermana Morgan con sus elucubraciones. A Morgan, o Morgana, se la asocia con la deidad celta Morrigan quien aparece en las batallas en forma de cuervo. De tal manera asistía a los guerreros infundiéndoles valor e ira en las contiendas; era una diosa de muerte pero también de renovación, de regeneración: cosas que estaban concatenadas en el universo celta, generalmente en órdenes de tres, como sugieren las conocidas espirales entrelazadas denominadas triskeles. Morgan asimismo tiene un aspecto o una época más clara, ya que en principio era una sanadora dentro de la corte de Arturo. En cuanto al aspecto oscuro de la morrigan -que se usa como sustantivo para designar un orden de seres- hay que añadir que un tiempo los traductores y copistas de la Iglesia la vinculaban con las lamias y con Lilith, criaturas que se concebían en ese ámbito -y en otros- como monstruos de naturaleza femenina.

Tres películas fundamentales de la década de los 90 fueron sin duda, Drácula, de Francis F. Coppola; The Doors, de Oliver Stone; y Braveheart, de Mel Gibson, sobre los hechos en torno a William Wallace.

Estas improntas nos alcanzan hasta el día de hoy, cuando se sabe que en el año 1963 en los Estados Unidos, un líder proveniente de un clan de filibusteros irlandeses tuvo que pagar el precio de su cabeza (como Bran el Bendito, héroe de sus ancestros) justo cuando accedía por su parte a que Oriente y Occidente tuvieran una plataforma de diálogo, o cuando menos una relación más moderada en el tono de conflicto o la amenaza constante de aniquilación total. Eran los años en que otro irlandés, hijo de un almirante, y quien se hacía llamar el Rey Lagarto, cantaba The west is the best. The west is the best...; como probable reminiscencia del punto west-west (oeste-oeste), confín mítico occidental del cual se hablaba en los años góticos y románticos en los que apareció la novela de Stoker. Este vocalista lideraba la banda The Doors (Las Puertas), nombre que sugirió a sus compañeros a raíz de sus lecturas de William Blake.



Jim Morrison.

El Rey Lagarto era un personaje como extensión de sí mismo, un alterego creado para manifestar sus pensamientos (¿una cabeza parlante?), y a quien lo hace declarar en el poema Waiting For The Sun: "I am the Lizard King. I can do anything".

Dando un giro hacia el aspecto sacrificial en torno al psicoanálisis. Desde las conclusiones de Lacan con respecto a los móviles que operan en la conducta de los perversos, sostiene que si bien en apariencia, éstos -con quienes Marietán abarca en general, los psicópatas-, actúan de manera sádica para atormentar, oprimir o torturar al otro (con minúscula), lo hacen para prestar en realidad un servicio al Otro. Ese misterio, ese otro oscuro que se encuentra a la vez afuera, en las demás personas, y en algún lugar de la psique del perpetrador. Es decir que el paradigma del perverso y del psicópata, siendo en apariencia sádica, es, constituye en realidad un paradigma masoquista. Ya que el victimario se ve conminado, interiormente, cooptado, a prestar un servicio. En torno a este aspecto sacrificial, que se implica en los distintos tipos de psicopatía y sus dinámicas involucradas, se da la propia dualidad potencialmente en el agresor, como según otros teóricos del psicoanálisis, sucede con los asesinos seriales, o masivos, que luego se suicidan. Tal curiosa ambivalencia se encuentra presente en el amok, ese síndrome que caracteriza a parte de estos asesinos que tanto atraen la atención mediática en las últimas décadas, quienes pasan por un oscuro, aunque a la vista, sordo proceso patológico que desencadena en estas matanzas atroces que concluyen en la detención de un homicida aturdido o posterior suicida.

El término, amok, procede del folklore malayo que desplegó en su obra Rudyard Kipling, con respecto a un doble corporal-numinoso que discurre esa naturaleza terrible.

O bien este carácter bifronte, ambivalente, se pude encontrar en gran medida entre quienes manipulan a miles de personas para seguir determinada carga simbólica, sea ésta de contenidos ideológicos, políticos, étnicos, nacionales, patrióticos, religiosos; cuando en una instancia más íntima, aquellos líderes estarían sirviéndose a ellos mismos y, más profundamente, a ese misterio que de acuerdo al psicoanálisis trasiega la historia humana, de su cultura y pensamiento. Misterio que surca los mitos, las poéticas, las tradiciones literarias, las consideraciones antropológicas y lingüísticas, entre otras; hasta la incierta conclusión en las formas, las certidumbres retóricas y el tiempo. Similar relación se entrevé en lo concerniente a la sexualidad, asimismo de acuerdo al psicoanálisis, que no suele existir violencia sin algún componente sexual, directo o implícito. Vemos entonces cómo pueden cobrar nuevas líneas de lectura los paralelos entre los mitos de Jesús y Arturo en relación a los de David y Uther Pendragon respectivamente, que han sido esbozados en párrafos anteriores.

Al respecto de los crímenes no resueltos de aquella época, la de Kennedy, sería oportuno señalar que existen hechos y detalles que no necesariamente responden a una conspiración. En tanto y en cuanto se figura que esa circunstancia requeriría de una superestructura con comandos oparativos. Pero hay razones para afirmar acerca de la psicopatía en el transfondo del poder, que funciona con una capacidad de manipulación en apariencia preclara bajo la óptica de un ciudadano "promedio", de buena disposición. Y curiosamente, además, los psicópatas suelen ser ritualistas y llegan a reproducir en sus actos instancias monstruosas que se encuentran en los mitos, a modo de escorrentías o catalizaciones de sombras de los inconscientes colectivos.

Empero, las maquinaciones abstrusas de los psicópatas son sólo ésto: burdas copias al carbón de los verdaderos procesos de la creatividad, como coletazos de demiurgos celosos y subalternos. Lo que para unas situaciones transcurre como poesía, para otras, en cambio, es misterio cumplido.

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