3 de diciembre de 2007

Augusto San Miguel: Héroe de un cine invisible

 Publicado en Revista Diners, N° 307, diciembre de 2007


Augusto San Miguel Reese

Hace 83 años, en medio de fuertes convulsiones sociales y económicas, y la antesala a una revolución que modelaría varias de las instituciones del Estado contemporáneo, el 7 de agosto de 1924, estalló en Guayaquil un bombazo de imágenes producidas totalmente en nuestro país: el comienzo de la historia del cine de ficción ecuatoriano. Su protagonista: un ecuatoriano también, el dramaturgo y actor Augusto San Miguel. Tuvieron que pasar 82 años para que se diera un “reconocimiento oficial” a esa “aventura imposible” -como siempre califican los pesimistas a cualquier iniciativa visionaria que se realiza en nuestro país- como el Día del Cine Ecuatoriano (1) y para que el fundador del arte fílmico nacional tuviera con su nombre un premio que reconociera los mejores trabajos cinematográficos del país (2). Formalismos a parte, necesarios pero no únicas fuentes de reivindicación histórica, lo importante es profundizar en el personaje y los hechos que configuraron el precedente del cine ecuatoriano.

Un niño rico que soñaba con las tablas

Augusto San Miguel nació en Guayaquil el 2 de diciembre de 1905 y murió muy joven, en esta misma ciudad, el 7 de noviembre de 1937. A decir de Hugo Delgado Cepeda, periodista e investigador porteño que posee quizás la mayor cantidad de documentación sobre San Miguel, fue un gran bohemio, viajero y aventurero, gracias a la comodidad que le dio el haber nacido en una próspera familia.

“Su familia era propietaria de la gran hacienda de La Saiba, al sur de Guayaquil. El padre de San Miguel, al morir, dejó una gran fortuna a su viuda y a su hijo. La madre viajó a Europa y la vida disipada de San Miguel hizo que él gastara mucho del dinero de su madre”, comenta Delgado.



Una rara foto de San Miguel proporcionada por Hugo Delgado Cepeda.

La curiosidad de San Miguel por el arte empezó con el teatro: era un apasionado de este arte y comenzó interpretando papeles pequeños y luego fundó su propio grupo. Escribió, además, diversas obras teatrales como El último bohemio (1930), Sombras, Tercer cuartel (1936), Yo no soy comunista, Almas bohemias, entre otras. Por el lado del cine, sus grandes influencias fueron el cine mudo francés, las producciones de Hollywood y el bagaje fílmico alemán de los años veinte, que pudo observar durante una estadía en Europa, donde quedó cautivado por las imágenes en movimiento. La revelación del cine, sumada a su pasión por la actuación y la amplia posibilidad que le daba su fortuna, fueron la amalgama perfecta para emprender un proyecto fílmico en un país donde nunca se había producido algo igual.

El estreno y sus detalles

La mañana del 7 de agosto de 1924, el país amanece con una noticia realmente interesante. En el periódico más importante de Guayaquil y del país en aquella fecha, se anuncia “la primera película nacional de argumento que se presenta en la pantalla cinematográfica, iniciación de nuestro arte mudo(3).

Ese día y a la edad de 19 años, San Miguel estrena El tesoro de Atahualpa en los teatros Edén y Colón. El filme era una historia de aventura, basada en la popular leyenda sobre el paradero del oro que se pretendía pagar como rescate del último emperador inca y que se cree fue enterrado en algún lugar ignoto del país.




Anuncio del estreno de El tesoro de Atahualpa en diario El Telégrafo.

San Miguel se convirtió con esta película en el primer director, productor, actor y guionista del cine silente nacional y protagonizó el papel de Jaime García, un médico que descubre la misteriosa ruta al tesoro. Evelina Orellana (su nombre artístico, porque el verdadero era Evelina Macías Lopera) fue la principal actriz del filme y se convirtió en la primera actriz del cine mudo ecuatoriano. También participaron Anita Cortés, Julia Stanford, el holandés Arie Van den Enden como el extranjero malo, el boxeador Manolo Vizcaíno como el bueno, el cómico P. Chevasco de la localidad costeña de Ancón, y F. Zaldumbide como el Indio Ramanchen.



Evelina Orellana (Evelina Macías Lopera), primera actriz del cine silente ecuatoriano.
Foto del archivo de Hugo Delgado Cepeda.

Los ensayos de simulación mímica -porque no había necesidad de parlamento o diálogo- fueron realizados en un local de pelota vasca ubicado en la esquina de Rocafuerte y Tomás Martínez (actual “Zona Rosa”), propiedad de unos españoles de apellido Solá, cuenta Delgado Cepeda, cuyo padre vivía a dos cuadras de ahí y estaba al tanto de las novedades de la filmación. Las locaciones para la película fueron el Paseo de las Colonias -actual Malecón Simón Bolívar-, el río Guayas, la antigua estación de trenes de Durán y algunos parajes selváticos de la Costa.



El teatro Edén, de Guayaquil, en 1924.
La obra se estrenó simultáneamente también en el teatro Colón.

El estreno de la película fue un acontecimiento, “una novedad en todo el país” señala Delgado, “sin embargo, en esa época nadie estaba acostumbrado al cine y la proeza no tuvo la repercusión esperada”. La fortuna de San Miguel y de su madre prácticamente quedó invertida sin frutos, pero no fue obstáculo para que nuevas producciones de la Ecuador Film Co., productora que fundó San Miguel y de la cual era gerente y propietario, llegaran nuevamente a los teatros.

¿Qué pasó con las películas?

El mismo año del estreno de El tesoro de Atahualpa, 1924, San Miguel filmó y estrenó en Quito la película muda Se necesita una guagua, y luego, en 1925, Un abismo y dos almas. Después de eso, las titánicas empresas fílmicas de San Miguel fueron abandonadas y se dedicó nuevamente al teatro y a sus andanzas bohemias, tanto en el puerto como en el mundo, que al final le pasaron factura el 7 de noviembre de 1937.

De las películas sólo quedaron rumores y la imperiosa necesidad de su búsqueda. Delgado Cepeda emprendió la iniciativa para encontrarlas en la década del 60 del pasado siglo. Con resignación, recuerda: “Me reuní con Teodoro Alvarado Olea, padre del actual director de revista Vistazo -que también era productor de cine- para hallar las filmaciones pero no dimos pie con bola. En los años 20 se producían grandes incendios y las películas venían con un tambor metálico que se calentaba y el celuloide se derretía, se hacía gelatina, se pegaba; por eso es que había muchos incendios en las cabinas de proyección”.

Si el paso indolente del tiempo puede destruir unas cintas, no puede acabar con las esperanzas de hallarlas. Aún hay pistas de su paradero. En el documental Augusto San Miguel ha muerto ayer (2003) del cineasta quiteño Javier Izquierdo, uno de los familiares de San Miguel señalaba que, si se desea empezar una búsqueda de las películas de este pionero, probablemente la clave sería el camarógrafo chileno Roberto Saa Silva, quien participó en la grabación de El tesoro de Atahualpa y los otros filmes de San Miguel, ya que él hacía de distribuidor y mantenía copias para las proyecciones en Quito y Cuenca.



Roberto Saa Silva, en una foto que salió en el anuncio el día del estreno de “El Tesoro de Atahualpa” en diario El Universo.

De Saa Silva, quien además era cantante y pintor, se sabe fue una figura clave en los inicios de la cinematografía andina. Luego de su trabajo con San Miguel, el chileno viajó a Hollywood. Ahí fue actor de las versiones en español de las cintas Monsieur Le Fox y Presidio, en 1930 (4). Llega nuevamente a Sudamérica y en 1939 dirige la película sonora El vértigo de los cóndores en Perú. En Colombia es director de los filmes Allá en el Trapiche (1943), Anarkos (1944) y Pasión llanera (1947) (5).

Muchas de sus cintas, al igual que las de San Miguel, se perdieron. De ellas sólo se conservan 28 minutos de rodaje de los 85 totales de Allá en el trapiche en la Cinemateca Distrital de Bogotá, en Colombia. Se desconoce el año y lugar de la muerte de Saa Silva, pero Delgado Cepeda señala que vivió entre Antofagasta y Valparaíso, en Chile y que, si existen copias, éstas podrían estar allá. “Sólo habría que investigar si Saa tuvo descendientes para localizar las películas”, comenta. Las claves para hallar algo tal vez apunten al país del sur...

La leyenda

Sin embargo, también existe la posibilidad de que estas claves se encuentren en nuestro país y yaciendo en una tumba. La madre de San Miguel, desde hace medio siglo, descansa en el Cementerio General de Guayaquil. Según sus parientes, antes de morir pidió ser enterrada con las pertenencias de su hijo único, las que cuidaba con sumo cariño y recelo. Se deducía entonces que las películas podrían estar con ella. En el año 2003, con permiso de la Sanidad y la venia de los familiares del cineasta y su madre, por motivo de la filmación de Augusto San Miguel ha muerto ayer, se exhumó la tumba de la madre del director para ver si la leyenda en torno al paradero de las películas olvidadas podría acabar ahí. No se halló nada. Se decidió entonces buscar en la tumba de San Miguel, pero por temor no se accedió a hacerlo.

Esté en una tumba o fuera de las fronteras, la obra de San Miguel puede hallarse todavía. Las entidades responsables del cine nacional tienen esa misión, para que en una no tan lejana e imposible transposición del tiempo podamos observar algún día la primera película con argumento del Ecuador y nunca más se diga que San Miguel fue héroe de un cine invisible que se dio por perdido.

- Jorge Osinaga -

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Notas:

(1) El Acuerdo Ministerial N° 507, firmado por el ministro de Educación Raúl Vallejo, el 17 de octubre de 2006, instaura el 7 de agosto como Día del Cine Ecuatoriano.
(2) El 25 de mayo de 2006, el Ministerio de Educación crea el Premio Cultural Augusto San Miguel.
(3) Diario El Telégrafo, jueves 7 de agosto de 1924, anuncio del estreno, página 3.
(4) Rito Alberto Torres, Avances en la preservación del patrimonio audiovisual colombiano, Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano.
(5) Emilio Bustamante, Retratos de familia. El cine en los países andinos, pág. 5, Biblioteca Digital Andina (Comunidad Andina de Naciones).

15 de septiembre de 2007

7 de mayo de 2007

Un escritor beat en Ecuador

Sí, era el escritor norteamericano William S. Burroughs, autor de libros como Almuerzo desnudo y Junkie, uno de los miembros de la llamada generación beat. El dato lo descubrí en el más reciente número (el 8) de revista Anaconda. Realmente debe leerse muy seguido esta revista, siempre trae buenas sorpresas. Hojeándola en Mr. Books, di en ella con el artículo titulado William Burroughs en Ecuador que trata sobre su estadía en nuestro país.

Puedo decirles que si quieren saber más, adicionalmente al artículo de revista Anaconda, busquen el libro titulado Cartas del yagé o mal traducido también como Cartas de la ayahuasca por Editorial Anagrama. Originalmente el libro fue publicado en 1963 por City Lights Books (San Francisco, EE.UU). Yagé es el nombre que comúnmente se le da a la ayahuasca en el Putumayo, que es la zona que Burroughs recorrió en su búsqueda, por eso creo es preferible esa denominación que, aunque no es tan conocida, es fiel a la empleada por el autor en su historia. Conservo un ejemplar de este libro de Ediciones Signos (Buenos Aires, 1971) y como “argentrucho” que soy (es decir, hijo de argentino con madre no argentina) disfruté algunos argentinismos que hace tiempo no escuchaba, pues además de no haber ido a Argentina por mucho tiempo, por el momento tampoco poseo televisión por cable.

Pocas son las páginas que Burroughs le dedica a Ecuador, es más, menciona a nuestro país como un recuerdo no tan agradable, un lugar horrible; pero no horrible por serlo así físicamente, sino por la forma de pensar y actuar de las personas. Veamos unas perlitas, de la edición de Signos:

“Recorrí Ecuador lo más rápidamente posible. Qué lugar horrible es. Un complejo de inferioridad nacional de país pequeño en su estado más avanzado”. (pág. 43).

O estas: “Ecuador está realmente barranca abajo. Que Perú se apodere de él y lo civilice” (p.p. 44). “En el Ecuador y Colombia nunca nadie va a admitir que algo no anda bien en su roñoso país. Como los ciudadanos de los pueblos de Estados Unidos”. (pág. 45).



Burroughs en una ficticia estadía por el Malecón, cuando éste acostumbraba ser llamado Simón Bolívar o Paseo de las Colonias y no 2000. ¿Habrá agarrado por ahí un vaporino? (Fotomontaje)

No hay que juzgarlo o estigmatizarlo como seguramente saltarán algunos por ahí, sino más bien reconocer que desde 1953 –año de su paso por acá, entre abril y mayo, con mayor seguridad en abril– casi casi Ecuador sigue siendo igual a como Burroughs lo describe por la enorme culpa de sus políticos.

Burroughs fue rápido. Pasó por Esmeraldas, llegó a Manta –donde tuvo un incidente con un vistaforador de aduanas al que asumió era un ladrón (que sin embargo y desde entonces nunca faltan en las aduanas) porque revisaba sus maletas–, arribó a Playas –él dice Las Playas, seguro es Playas o Gral. Villamil, donde le otorgaron por la pérdida de su documento de turista otro donde constaba como escritor– y Guayaquil.

De acá salió soplado para el Perú: “Tengo que estar en algún otro lugar en un momento determinado (en Guayaquil saqué al cónsul peruano de la casa después de las horas de oficina para tener la visación y marcharme un día antes)”. (pág. 55).

Así, para el investigador come libros, el cuentista o poeta buscador de historias raras; o para todo aquel que se sienta identificado con los beats, uno de ellos estuvo por acá, dejando pistas. Quién sabe, a lo mejor si buscamos hallaremos muchas más. Poco nos habla Burroughs de Ecuador, pero por ahí Ecuador puede quizás hablar muchas cosas más de Burroughs. Queda en manos de los escritores entonces.

- Jorge Osinaga -

27 de abril de 2007

Son dos hombres en una cama, ¿y qué?

¿Qué se puede esperar del extraño maridaje entre arte y gobiernos locales? Cosas como las ocurridas en la última edición de la Bienal Internacional de Cuenca, por ejemplo. Veamos.

La Bienal pensó para esta edición salirse de los tradicionales museos y galerías e incluir diversas obras participantes en vallas y muros de esa ciudad, con el objetivo de involucrar a la ciudadanía en los procesos artísticos y a los artistas en una más abierta relación con el público; todo esto bajo el concepto: “Espacios, Tiempos, Identitarios”.



La obra censurada.

Así, el artista ecuatoriano Santiago Reyes participó en la Bienal con la obra Eric et moi dormant (Eric y yo dormidos), una interpretación que Reyes hiciera de la obra del artista cubano Felix Gonzalez-Torres denominada Sin título (1992). La obra del cubano, como reseñara diario El Universo, “consiste en la imagen de una cama desocupada, con las sábanas arrugadas, usada por dos cuerpos que el artista emplazó en 24 vallas públicas de Nueva York. La cama evocaba la pérdida de su pareja por el sida”. Al igual que la obra de González-Torres, la de Reyes tuvo como formato una valla dispuesta en la vía pública.

La obra de Reyes es una imagen de él, con la camiseta de la selección ecuatoriana, dormido junto a su novio. Eric et moi dormant, homenaje al cubano, lleva implícito el mensaje de la necesidad de que la sociedad ecuatoriana reconozca la diversidad sexual como una realidad que ya es parte de ella.

¿Qué sucedió? Pues el Municipio de Cuenca, una de las instituciones que forman parte de la directiva de la Bienal, decidió censurarla ordenando el retiro de la obra. Concretamente fue Pablo Barzallo, director de Control Urbano de ese Municipio.

En una nota de prensa de diario El Mercurio, se reproduce el argumento del Municipio: “La Dirección de Control Municipal en observación estricta de lo que contempla la reforma a la Ordenanza que regula la instalación y control de la publicidad y propaganda exterior en el cantón Cuenca-codificada en su Capítulo II ‘Prohibiciones General y Particulares’, Art.6 ‘Se prohíbe de modo general de empleo de publicidad o propaganda que promueva la violencia, el racismo, el sexismo, la intolerancia religiosa o política y cuanto afecte a la dignidad del ser humano”. Actitud extremadamente pacata, disfrazada de argumentos legales que no tienen el más mínimo sustento.

Reyes señaló a diario El Comercio su sorpresa e indicó que la imagen no tiene nada de sexista ni de discriminatoria. Para él la actitud discriminatoria proviene del Municipio de Cuenca, al que con toda justicia le recrimina una actitud “homofóbica”.

Pero diario Hoy, revela algo más que una simple leguleyada. Ese periódico recogió la opinión de Margarita Vega, directora de Cultura de la Municipalidad cuencana, -¡oh sorpresa!- también parte del directorio de la Bienal. ¿Cuál fue el argumento de la directora de Cultura de Cuenca? Vetó la obra de Reyes “por temor a que los niñitos piensen que es normal la escena, que muestra a dos jóvenes en una cama, tapados y cogidos de la mano”. Argumento simplemente increíble, infantil y cargado del más craso de los preconceptos.

René Cardoso, director de la Bienal, comentó que esta decisión es algo paradójico “en una ciudad siempre caracterizada por la avanzada de su pensamiento, que se destacó en el país por su posición abierta a los más controversiales retos de la cultura de vanguardia”.

Creo que el Sr. Cardoso es ingenuo. El pensamiento que él aduce jamás lo podremos encontrar en nuestra clase política, sea de Cuenca, Quito, Guayaquil o del Puyo; y menos en las personas que trabajan en las direcciones culturales de los gobiernos locales. Lo dicho por Margarita Vega es el más claro de los ejemplos.

¿Qué pasó finalmente? Ante el escándalo el Municipio cedió, pero sugirió “una nueva ubicación a la obra en un espacio tradicional, como un museo o con un nuevo soporte, como un cuadro”. Ahora, la obra de Reyes está en el Museo de la Medicina, en uno de sus patios interiores. Al lado de la obra se ha colocado una carta para que público y artistas respalden una solicitud para que ésta pueda estar nuevamente en una valla. Es decir, por obra y gracia de unos timoratos funcionarios municipales -que no sabemos si siguieron alguna orden superior, lo que no sería extraño- se despojó a la obra de su objetivo, que era realmente comunicar no en un espacio cerrado sino abierto, su concepto; o sea, se la destruyó totalmente, así no se la haya quemado, entregado a las morlacas monjas conceptas para su destrucción en el claustro o desterrada a las bodegas de algún museo municipal como ocurrió con la obra La Dolorosa de Bucay por expresas órdenes de León Febres-Cordero cuando fue alcalde de Guayaquil, cuando ésta fue presentada en un Salón de Julio por el artista Hernán Zúñiga.

Y de todo esto ¿qué conclusiones se sacan?

Primera, la peligrosidad de la unión del arte con el Estado. Las denuncias de Cardoso y de María Fernanda Cartagena, una de las curadoras de la Bienal, siempre terminarán en oídos sordos, no del público, pero sí de las autoridades cuando éstas son las que financian y son parte decisiva de este evento. Para evitar lo sucedido ¿qué es lo que hay que hacer?. Sencillo, que ésta y otras iniciativas sean realizadas de manera independiente. Pero eso, creo, es bien difícil; sobretodo cuando quienes organizan la Bienal, dan sus criterios y seleccionan las obras reciben cada dos años esa especie de bozal y alimento a la vez denominado partida presupuestaria municipal. Sin dinero, simplemente la Bienal no funciona; y sin el respaldo municipal, la tan buscada grandilocuencia y respeto de esta cita se pierde. Ese parecería ser el criterio de sus organizadores. Pensemos más bien en dejar de obtener una reputación rebuscada a través de las dádivas y tutelas oficiales, y verdaderamente creemos espacios construidos simplemente por los mismos artistas ¿Es eso tan difícil? No lo es, pero más puede “el quedar bien con todos”.

Segunda, que con este caso -y en otro donde también el Municipio ordenó sacar una obra de un muro porque éste era de un edificio patrimonial- se revela que la relación de la Bienal con el Municipio cuencano parece ser solo del tipo comercial y no organizativo (¿por qué vinieron las medidas luego de que las obras fueron colocadas? ¿por qué si el Municipio aceptó vallas para la disposición de las obras luego califica a una de éstas como “publicidad o propaganda” y la castiga con su expulsión de la vía pública?).

Tercera, que siempre los municipios, al pensar en el arte como parte de la esfera pública, vean a éste como una simple función decorativa. Para esto bástenos ver en la sección “Políticas culturales” de la Bienal, cómo dentro del concepto “Arte y ciudadanía” se encuentren aspectos sobre el arte en la esfera pública que ya deben estar superados, como este: “la Bienal debe convertirse en un espacio (...) que busque embellecer la ciudad mediante proyectos de arte en los espacios públicos”. Esos son precisamente los parámetros bajo los cuales nuestras autoridades se sustentan para ejercer su poder de censura. Las obras que plantean fuertes cuestionamientos simplemente ya no son bellas, son peligrosas; o, como dice Margarita Vega, directora de Cultura del Municipio de Cuenca, no deben exhibirse “por temor a que los niñitos piensen que es normal”.

Y finalmente, que censura es censura desde cualquier punto de vista; así sea haberla retirado de una valla o haberla colocado luego en un espacio cerrado como un museo. Difiero así con uno de los argumentos que Eduardo Varas, en su blog Libros, autores y riesgos, plantea: “¿Cuál fue la censura? No sacarla de la Bienal sino impedir que se la coloque en una valla publicitaria”.

Estos seguirán siendo los caminos del arte nacional mientras sólo exista el “prestigio” tan buscado que parece mediar en la relación entre autoridades y artistas, y no el simple deseo de crear. Hasta mientras, como lo reflejó irónicamente un grupo de artistas durante la pasada Bienal de Cuenca, todos desearán seguir cobijados por la milagrosa Virgen de la Bienal.

- Jorge Osinaga -

Actualización al 2009:
Flujos globales y prejuicios locales: la censura de la imagen por todos los medios, por María Fernanda Cartagena.

26 de abril de 2007

Un grito a todos los que caminan muertos

Las cosas buenas, dicen, siempre están escondidas, alejadas, pero prestas a ser halladas. Alexis Cuzme (Manta, 1980), con Club de los premuertos, confirma que la nueva y buena poesía del Ecuador está surgiendo desde los bordes, ajena a los tradicionales centros del país y también alejada de los vericuetos indescifrables del ejercicio de la palabra que empeña su entendimiento a una tarea tan complicada como abrir una caja fuerte.

La poesía de Cuzme es directa, sin rodeos, canta las cosas como son: de manera clara y despojada de adornos ridículos. Sin miramientos, Cuzme nos revela en su Club de los premuertos una voz que se niega a aceptar las insulsas masturbaciones mentales del enamoramiento, que le dice un alto a esa estupidez que no se qué masoquista inventó de negarse el uno por el otro, que nos grita por todos lados cómo podemos cometer el crimen de despedir por el inodoro nuestra libertad; en definitiva, el por qué aceptamos morir -con anticipos y en cómodas cuotas- por otro pedazo de carne; y nos muestra a fin de cuentas que no hay que pedir permiso para existir.



Alexis Cuzme y su último libro


Cuzme se libera con sus palabras de lo que él denomina “el sentimiento chatarra”:

No es normal pretender cortar margaritas
en el jardín de la vecina,
escribir cartas a vaginas intocadas, 
declamar –a pedido de oídos sensibleros– 
versos de Neruda,
Auden,
Lorca, 
Darío 
o Cardenal; 
mientras mi otro yo 
–el de siempre–
desde las sombras escupe y vocifera
con el esfuerzo de pulmones maltratados:
¡La ternura es una larva que debes pisotear,
rociar con esperma ácida,
moscas productoras rondando tu cabeza!


Con una mezcla de verdad, broma y preocupación, un amigo me decía que aquí y en todos lados, un vello del pubis puede halar más que un Caterpillar, y yo digo que también puede ser el más aplastante represor del hombre. Cuzme dice no, y se para firme.

Al final, al leer su obra, nos presenta las dos caras que el hombre debe enfrentar no solo en el amor, sino también en su vida, en su relación con los demás: la represión o la libertad, la entrega o la excarcelación.

Es, en definitiva, un grito; una llamada bien cargada que busca hacernos despertar. La invitación a este Club es precisa: para darnos cuenta si todos somos o no uno de sus miembros.

- Jorge Osinaga -

23 de abril de 2007

Xavier Michelena: "En Ecuador se lee poco, sin adjetivos"

El Día Internacional del Libro se celebra en Ecuador con preocupación. He aquí una entrevista a Xavier Michelena (foto), director de Paradiso Editores y conocedor de la realidad literaria y editorial ecuatoriana, que se ve preocupante.

¿Qué ventajas y cuáles son los obstáculos que tiene la industria editorial nacional?

Ventajas, ninguna. Quizá, el hecho estimulante de que editar en Ecuador es un verdadero desafío. Obstáculos hay muchos, para empezar, el tamaño excesivamente pequeño del mercado, la falta de políticas de promoción de la lectura, la ausencia de líneas de crédito sectorial, la competencia desigual con las grandes transnacionales de la edición, la total descoordinación con el sector público, etc.

Se dice mucho que en Ecuador se lee poca literatura entonces ¿Es negocio publicarla? ¿Cuál es el panorama actual?

En Ecuador se lee poco, sin adjetivos. Es un negocio pequeño, que exige capacidad para emprender, flexibilidad en el sistema de producción, atención para identificar necesidades, agilidad para atender la demanda, en fin. El panorama actual es preocupante, se han cerrado varias librerías, algunas de las transnacionales ya no publican autores nacionales o lo hacen a través de “tiradas domésticas” de sellos internacionales. Es importante mantener un espacio la expresión para el arte y el pensamiento “made in Ecuador”, algo que debería preocupar a todos los ecuatorianos.

Muchos escritores y escritoras nacionales realizan sus propias ediciones. Se han quejado debido a que algunas editoriales les cobran por publicación ¿Cómo ves este fenómeno?

La autoedición es un intento desesperado por comunicar su trabajo. El riesgo de fracaso es grande debido a las complejidades del mercado del libro. Cuando una editorial cobra por publicar está renunciando a elegir, a exigir calidad y, por supuesto, a cualquier credibilidad.

¿Hay poca producción literaria o es poca la calidad de la que hay?

Voy a responder evangélicamente: “La mies es mucha, pero los obreros son pocos”. Editar es un trabajo de selección, de fijar niveles de calidad y respeto por el lector.


Paradiso ha podido ir a ferias internacionales de libro haciendo esfuerzos conjuntos de manera independiente. ¿Qué experiencias has tenido de esto?

Primero constatar el absoluto desconocimiento de la cultura ecuatoriana en el exterior. Afuera sólo resuenan los nombres de Montalvo, Icaza y Guayasamín. Segundo, descubrir todo lo que está por hacerse: en información, en promoción, en gestión comercial, todo esto dirigido a ensanchar nuestros horizontes y a promover el mejor conocimiento de nuestra cultura y pensamiento.


Ecuador parece ser un país perdido en el negocio de la literatura mundial ¿Qué ha sucedido? ¿Qué se necesita para que cambie esa condición?

Trabajar, trabajar y trabajar. Pero hacerlo todos, de manera conjunta, sumando esfuerzos: autores, editores, gremios, gobiernos, medios de comunicación. Y, siempre, con la certeza de que los resultados no serán para mañana. La tarea editorial requiere visión de largo plazo, paciencia y tesón.


Las editoriales grandes apuestan más por los textos educativos, y por la literatura solo se inclinan por los libros infantiles y juveniles ¿Qué conclusiones se pueden sacar de esto?

Los textos escolares son un mercado cautivo. Esos libros los padres los tienen que comprar, sí o sí. Se minimiza el riesgo empresarial, y no existe riesgo cultural. No hay nada más previsible que un texto escolar. Algo semejante sucede con los libros infantiles y juveniles, las editoriales que los producen hacen lo imposible por asimilarlos al sistema educativo. Todavía no descubrimos nuestro Harry Potter, ¿no? La literatura es pasión, intensidad, apuesta por la ruptura. En nada se parece a un texto escolar.


¿Qué hacer para tener más lectores?

Convertir a la lectura en parte de la cotidianidad de los ecuatorianos, como encender la TV. Es fácil decirlo, pero se requieren bibliotecas, sistemas de promoción, renovar el sistema educativo, revolucionar la relación del profesor con el libro. Es una tarea monumental, pero hay que empezar a trabajar, allí donde uno puede incidir, aunque sea en una parte muy pequeña.

Jorge Osinaga -

(Entrevista publicada en diario El Metro de Guayaquil, del 23 de abril de 2007)

24 de marzo de 2007

Bryce Echenique en medio de una tormenta

Como diría la vecina, “reventó el pedo” -yo le agrego: nuevamente- en los barrios de la literatura hispanoamericana.

El reconocido escritor peruano Alfredo Bryce Echenique otra vez se ha visto inmerso en una acusación de plagio. Sí, otra vez digo, porque el hombre ya había tenido sus desafortunados encuentros con las consecuencias del copy + paste; solo que esta vez la acumulación de susurros se convirtió en tormenta.

Como reseña Laura Puertas, corresponsal en Lima de diario El País de España, en una nota de prensa, “los peruanos no salen de su asombro”. El más reciente caso: Bryce publicó un artículo (sí, el link no sirve: el artículo fue retirado de la página web del diario) el 18 de marzo de este año en diario El Comercio de Lima titulado Potencias sin poder. Un asombrado Oswaldo de Rivero, embajador del Perú ante las Naciones Unidas, denunció que ese artículo era un plagio de uno escrito por el diplomático en la revista limeña Quehacer. El Comercio se hizo eco del asunto en su sección editorial del viernes 23 de marzo y exhortó a Bryce Echenique a aclarar ésta y otras acusaciones en su contra, propiciadas por un grupo anónimo autodenominado irónicamente “Los amigos de Bryce Echenique”.


La defensa del escritor peruano publicada el sábado 24 en el mismo diario El Comercio: Bryce dice que existe una “manipulación” en sus artículos y que la culpa de todo fue de su secretaria:

“Asumo con gran pena el error cometido en el envío de mis textos por mi secretaria y en mi falta de control al hacerse esos envíos, pero no asumo absolutamente nada más”.

Incluyó, en su defensa, que él también ha sido víctima de plagio por parte de una revista mexicana. Las consecuencias: Bryce decidió renunciar a escribir para El Comercio.

Más leña al fuego se agrega desde España. Un escritor gallego llamado José María Pérez Álvarez acusa al autor de Un mundo para Julius de reincidir en sus anteriores pecados. ¿Cómo se dio cuenta? Pues el soplo vino de la competencia misma de El Comercio, a propósito de la plaga de plagios que en estos días se vivió en las ex virreinales tierras de Lima: dos periodistas de los diarios El Correo de Lima y La República pusieron en alerta al autor gallego.

Pérez Álvarez dice que el plagio trasatlántico de Bryce fue tomado de un escrito titulado Las esquinas habitadas, que Pérez publicó en la revista Jano en marzo de 2005. El artículo en cuestión de Bryce fue publicado el 12 de noviembre de 2006 en El Correo de Lima, bajo el título de La tierra prometida. La copia, en este caso, es enormemente palpable.

El escritor peruano Gustavo Faverón, en su blog, comenta:

“Es curioso: la palabra 'mafia' ha vuelto a surgir en los blogs, esgrimida ahora contra los amigos de Alfredo Bryce, que no han dado declaraciones sobre el tema, como si en alguna esfera de la vida fuera una obligación de la gente opinar públicamente sobre sus amigos en sus peores momentos. Se sigue hablando de la pesadillesca "mafia" a pesar de que el primer afectado por los artículos en cuestión sea el diario El Comercio, que, se supone, es el núcleo del grupo; a pesar de que entre los escritores afectados haya amigos de Bryce; a pesar de que la denuncia más clara en la prensa peruana la haya hecho el diario Perú 21, de propiedad de la familia Miró Quesada, propietaria de El Comercio”.

Lo que comenta Faverón nos da una muestra de la virtual “independencia” de los medios en aquel país y, por qué no, en el nuestro: ante tamaño escándalo para el diario, no queda más que claudicar. ¿Lección de que nadie es intocable? Parece que así se demostró. Pero Bryce fue el que decidió alejarse del medio, no el medio de Bryce.

Es interesante el comentario que El País reproduce de Pérez Álvarez:

“Me resulta increíble que Bryce Echenique haya recurrido a un escritor al que no conoce nadie para apropiarse de forma deleznable de su literatura, pero, por otra parte, todos tenemos vanidad y me siento halagado: debe gustarle mi estilo”.

La palabrita vanidad surgió de repente, como nunca falta en la literatura; entonces ¿más que un asunto de legalidad u honra literaria, esta “plagiomanía” puede ser también una herramienta para buscar la fama? Sí, ambas cosas, sería la respuesta. Ocurre en la farándula y también en la literatura, lastimosamente.

Consecuencias que suceden cuando se cree que en la era del internet todo escrito es de nadie. La pregunta final aquí es: ¿la secretaria de Alfredo Bryce dirá -al más puro estilo de Flaubert, cuando se autoadjudicaba ser Madame Bovary- “yo soy Alfredo Bryce Echenique”? Quién sabe, un mito más para la literatura latinoamericana.

- Jorge Osinaga -

15 de marzo de 2007

17 de enero de 2007

¡Viva la ceguera! pero tolete para los ciegos

Más vale tarde, que nunca. Esta frase cabe a la perfección para hablar sobre un evento que ocurrió hace tres meses y que es análisis de este artículo; y de una situación que lamentablemente tiene que ver con los actores culturales de Guayaquil.

II Bienal de Arte No Visual. Octubre de 2006. Comienza esta muestra que, según su director y curador Juan Castro y Velázquez, “pretende insertar a los no videntes en el medio cultural a través de su apreciación de obras hechas para ellos. Es adentrarse en su mundo y de percibir el arte de otra manera muy distinta a como estamos acostumbrados” (1).

El evento fue convocado por el Municipio de Guayaquil, a través de su Dirección de Acción Social y Educación (DASE). También se efectuaron otras actividades como conferencias, proyecciones de películas para ciegos en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC), publicación de una edición en Braille, y más.

Resulta interesante: la Municipalidad organiza un evento en el que se pretende que la gente conozca el mundo y las experiencias de los no videntes; así, todo bonito. Pero por otro lado, el discurso cambia.

¿Por qué decimos esto? Pues porque el mismo Municipio que busca integrar las realidades del mundo vidente con el no vidente, es el mismo Municipio que persigue a los ciegos que “osan” trabajar dignamente en zonas regeneradas.

Es sabido que la regeneración urbana ha traído ventajas a la ciudad, pero al mismo tiempo ha marginado -y seguirá marginando con su expansión- a vendedores informales, teatreros, betuneros; en fin, a todas aquellas personas que ante la falta de trabajos estables sustentan sus ingresos con el trabajo en la vía pública, entendiéndose por vía “pública” al espacio “de todos”.

Sobre los que se hacen ciegos

No soy partidario del tolete, pero sería bueno que les cayera uno simbólico a aquellos que se hacen los ciegos, y encima, mudos. Y es que el título de este post no solo habla del doble discurso de un estamento institucional con respecto a un grupo social, sino también del doble discurso de muchos de nuestros artistas. Así es señores. La política cultural “oficial” de la ciudad está hecha, al parecer, por gente que no conoce nada de ella o que ni siquiera se toma la molestia de salir a las calles o que teme decir las cosas con todos sus puntos y comas.

Ya es hora de que nuestros intelectuales silenciosos desaparezcan; ya es hora de no temer que la política “oficial” nos tache de non gratos, ya es hora de hablar. Difundamos el “pecado” que genera el juntar de dedos sobre bocas cerradas, símbolo del silencio; abramos la boca. Ser consecuentes es algo mucho más superior que callar y esperar las dádivas presupuestarias que nuestros artistas locales solicitan como limosnas, asegurando fieles servidores que nada cuestionan. Venzamos el miedo, para que con nuestra opinión se den cuenta del error de sus discursos. Señores del Municipio, señores artistas del Municipio, señores curadores del Municipio: sean consecuentes con lo que pregonan.

Hasta que eso ocurra, así será la cultura del pueblecito (preferiría decir “pueblito”, es más folklórico y acorde con el pensamiento de quienes manejan la cultura “oficial”, pero no faltará alguien que me acuse de “neologista”). En fin, casos y cosas del mundillo cultural de Guayaquil.

- Jorge Osinaga -

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Notas:

(1) El Universo, En Escena, 11 de octubre de 2006.