27 de abril de 2007

Son dos hombres en una cama, ¿y qué?

¿Qué se puede esperar del extraño maridaje entre arte y gobiernos locales? Cosas como las ocurridas en la última edición de la Bienal Internacional de Cuenca, por ejemplo. Veamos.

La Bienal pensó para esta edición salirse de los tradicionales museos y galerías e incluir diversas obras participantes en vallas y muros de esa ciudad, con el objetivo de involucrar a la ciudadanía en los procesos artísticos y a los artistas en una más abierta relación con el público; todo esto bajo el concepto: “Espacios, Tiempos, Identitarios”.



La obra censurada.

Así, el artista ecuatoriano Santiago Reyes participó en la Bienal con la obra Eric et moi dormant (Eric y yo dormidos), una interpretación que Reyes hiciera de la obra del artista cubano Felix Gonzalez-Torres denominada Sin título (1992). La obra del cubano, como reseñara diario El Universo, “consiste en la imagen de una cama desocupada, con las sábanas arrugadas, usada por dos cuerpos que el artista emplazó en 24 vallas públicas de Nueva York. La cama evocaba la pérdida de su pareja por el sida”. Al igual que la obra de González-Torres, la de Reyes tuvo como formato una valla dispuesta en la vía pública.

La obra de Reyes es una imagen de él, con la camiseta de la selección ecuatoriana, dormido junto a su novio. Eric et moi dormant, homenaje al cubano, lleva implícito el mensaje de la necesidad de que la sociedad ecuatoriana reconozca la diversidad sexual como una realidad que ya es parte de ella.

¿Qué sucedió? Pues el Municipio de Cuenca, una de las instituciones que forman parte de la directiva de la Bienal, decidió censurarla ordenando el retiro de la obra. Concretamente fue Pablo Barzallo, director de Control Urbano de ese Municipio.

En una nota de prensa de diario El Mercurio, se reproduce el argumento del Municipio: “La Dirección de Control Municipal en observación estricta de lo que contempla la reforma a la Ordenanza que regula la instalación y control de la publicidad y propaganda exterior en el cantón Cuenca-codificada en su Capítulo II ‘Prohibiciones General y Particulares’, Art.6 ‘Se prohíbe de modo general de empleo de publicidad o propaganda que promueva la violencia, el racismo, el sexismo, la intolerancia religiosa o política y cuanto afecte a la dignidad del ser humano”. Actitud extremadamente pacata, disfrazada de argumentos legales que no tienen el más mínimo sustento.

Reyes señaló a diario El Comercio su sorpresa e indicó que la imagen no tiene nada de sexista ni de discriminatoria. Para él la actitud discriminatoria proviene del Municipio de Cuenca, al que con toda justicia le recrimina una actitud “homofóbica”.

Pero diario Hoy, revela algo más que una simple leguleyada. Ese periódico recogió la opinión de Margarita Vega, directora de Cultura de la Municipalidad cuencana, -¡oh sorpresa!- también parte del directorio de la Bienal. ¿Cuál fue el argumento de la directora de Cultura de Cuenca? Vetó la obra de Reyes “por temor a que los niñitos piensen que es normal la escena, que muestra a dos jóvenes en una cama, tapados y cogidos de la mano”. Argumento simplemente increíble, infantil y cargado del más craso de los preconceptos.

René Cardoso, director de la Bienal, comentó que esta decisión es algo paradójico “en una ciudad siempre caracterizada por la avanzada de su pensamiento, que se destacó en el país por su posición abierta a los más controversiales retos de la cultura de vanguardia”.

Creo que el Sr. Cardoso es ingenuo. El pensamiento que él aduce jamás lo podremos encontrar en nuestra clase política, sea de Cuenca, Quito, Guayaquil o del Puyo; y menos en las personas que trabajan en las direcciones culturales de los gobiernos locales. Lo dicho por Margarita Vega es el más claro de los ejemplos.

¿Qué pasó finalmente? Ante el escándalo el Municipio cedió, pero sugirió “una nueva ubicación a la obra en un espacio tradicional, como un museo o con un nuevo soporte, como un cuadro”. Ahora, la obra de Reyes está en el Museo de la Medicina, en uno de sus patios interiores. Al lado de la obra se ha colocado una carta para que público y artistas respalden una solicitud para que ésta pueda estar nuevamente en una valla. Es decir, por obra y gracia de unos timoratos funcionarios municipales -que no sabemos si siguieron alguna orden superior, lo que no sería extraño- se despojó a la obra de su objetivo, que era realmente comunicar no en un espacio cerrado sino abierto, su concepto; o sea, se la destruyó totalmente, así no se la haya quemado, entregado a las morlacas monjas conceptas para su destrucción en el claustro o desterrada a las bodegas de algún museo municipal como ocurrió con la obra La Dolorosa de Bucay por expresas órdenes de León Febres-Cordero cuando fue alcalde de Guayaquil, cuando ésta fue presentada en un Salón de Julio por el artista Hernán Zúñiga.

Y de todo esto ¿qué conclusiones se sacan?

Primera, la peligrosidad de la unión del arte con el Estado. Las denuncias de Cardoso y de María Fernanda Cartagena, una de las curadoras de la Bienal, siempre terminarán en oídos sordos, no del público, pero sí de las autoridades cuando éstas son las que financian y son parte decisiva de este evento. Para evitar lo sucedido ¿qué es lo que hay que hacer?. Sencillo, que ésta y otras iniciativas sean realizadas de manera independiente. Pero eso, creo, es bien difícil; sobretodo cuando quienes organizan la Bienal, dan sus criterios y seleccionan las obras reciben cada dos años esa especie de bozal y alimento a la vez denominado partida presupuestaria municipal. Sin dinero, simplemente la Bienal no funciona; y sin el respaldo municipal, la tan buscada grandilocuencia y respeto de esta cita se pierde. Ese parecería ser el criterio de sus organizadores. Pensemos más bien en dejar de obtener una reputación rebuscada a través de las dádivas y tutelas oficiales, y verdaderamente creemos espacios construidos simplemente por los mismos artistas ¿Es eso tan difícil? No lo es, pero más puede “el quedar bien con todos”.

Segunda, que con este caso -y en otro donde también el Municipio ordenó sacar una obra de un muro porque éste era de un edificio patrimonial- se revela que la relación de la Bienal con el Municipio cuencano parece ser solo del tipo comercial y no organizativo (¿por qué vinieron las medidas luego de que las obras fueron colocadas? ¿por qué si el Municipio aceptó vallas para la disposición de las obras luego califica a una de éstas como “publicidad o propaganda” y la castiga con su expulsión de la vía pública?).

Tercera, que siempre los municipios, al pensar en el arte como parte de la esfera pública, vean a éste como una simple función decorativa. Para esto bástenos ver en la sección “Políticas culturales” de la Bienal, cómo dentro del concepto “Arte y ciudadanía” se encuentren aspectos sobre el arte en la esfera pública que ya deben estar superados, como este: “la Bienal debe convertirse en un espacio (...) que busque embellecer la ciudad mediante proyectos de arte en los espacios públicos”. Esos son precisamente los parámetros bajo los cuales nuestras autoridades se sustentan para ejercer su poder de censura. Las obras que plantean fuertes cuestionamientos simplemente ya no son bellas, son peligrosas; o, como dice Margarita Vega, directora de Cultura del Municipio de Cuenca, no deben exhibirse “por temor a que los niñitos piensen que es normal”.

Y finalmente, que censura es censura desde cualquier punto de vista; así sea haberla retirado de una valla o haberla colocado luego en un espacio cerrado como un museo. Difiero así con uno de los argumentos que Eduardo Varas, en su blog Libros, autores y riesgos, plantea: “¿Cuál fue la censura? No sacarla de la Bienal sino impedir que se la coloque en una valla publicitaria”.

Estos seguirán siendo los caminos del arte nacional mientras sólo exista el “prestigio” tan buscado que parece mediar en la relación entre autoridades y artistas, y no el simple deseo de crear. Hasta mientras, como lo reflejó irónicamente un grupo de artistas durante la pasada Bienal de Cuenca, todos desearán seguir cobijados por la milagrosa Virgen de la Bienal.

- Jorge Osinaga -

Actualización al 2009:
Flujos globales y prejuicios locales: la censura de la imagen por todos los medios, por María Fernanda Cartagena.

26 de abril de 2007

Un grito a todos los que caminan muertos

Las cosas buenas, dicen, siempre están escondidas, alejadas, pero prestas a ser halladas. Alexis Cuzme (Manta, 1980), con Club de los premuertos, confirma que la nueva y buena poesía del Ecuador está surgiendo desde los bordes, ajena a los tradicionales centros del país y también alejada de los vericuetos indescifrables del ejercicio de la palabra que empeña su entendimiento a una tarea tan complicada como abrir una caja fuerte.

La poesía de Cuzme es directa, sin rodeos, canta las cosas como son: de manera clara y despojada de adornos ridículos. Sin miramientos, Cuzme nos revela en su Club de los premuertos una voz que se niega a aceptar las insulsas masturbaciones mentales del enamoramiento, que le dice un alto a esa estupidez que no se qué masoquista inventó de negarse el uno por el otro, que nos grita por todos lados cómo podemos cometer el crimen de despedir por el inodoro nuestra libertad; en definitiva, el por qué aceptamos morir -con anticipos y en cómodas cuotas- por otro pedazo de carne; y nos muestra a fin de cuentas que no hay que pedir permiso para existir.



Alexis Cuzme y su último libro


Cuzme se libera con sus palabras de lo que él denomina “el sentimiento chatarra”:

No es normal pretender cortar margaritas
en el jardín de la vecina,
escribir cartas a vaginas intocadas, 
declamar –a pedido de oídos sensibleros– 
versos de Neruda,
Auden,
Lorca, 
Darío 
o Cardenal; 
mientras mi otro yo 
–el de siempre–
desde las sombras escupe y vocifera
con el esfuerzo de pulmones maltratados:
¡La ternura es una larva que debes pisotear,
rociar con esperma ácida,
moscas productoras rondando tu cabeza!


Con una mezcla de verdad, broma y preocupación, un amigo me decía que aquí y en todos lados, un vello del pubis puede halar más que un Caterpillar, y yo digo que también puede ser el más aplastante represor del hombre. Cuzme dice no, y se para firme.

Al final, al leer su obra, nos presenta las dos caras que el hombre debe enfrentar no solo en el amor, sino también en su vida, en su relación con los demás: la represión o la libertad, la entrega o la excarcelación.

Es, en definitiva, un grito; una llamada bien cargada que busca hacernos despertar. La invitación a este Club es precisa: para darnos cuenta si todos somos o no uno de sus miembros.

- Jorge Osinaga -

23 de abril de 2007

Xavier Michelena: "En Ecuador se lee poco, sin adjetivos"

El Día Internacional del Libro se celebra en Ecuador con preocupación. He aquí una entrevista a Xavier Michelena (foto), director de Paradiso Editores y conocedor de la realidad literaria y editorial ecuatoriana, que se ve preocupante.

¿Qué ventajas y cuáles son los obstáculos que tiene la industria editorial nacional?

Ventajas, ninguna. Quizá, el hecho estimulante de que editar en Ecuador es un verdadero desafío. Obstáculos hay muchos, para empezar, el tamaño excesivamente pequeño del mercado, la falta de políticas de promoción de la lectura, la ausencia de líneas de crédito sectorial, la competencia desigual con las grandes transnacionales de la edición, la total descoordinación con el sector público, etc.

Se dice mucho que en Ecuador se lee poca literatura entonces ¿Es negocio publicarla? ¿Cuál es el panorama actual?

En Ecuador se lee poco, sin adjetivos. Es un negocio pequeño, que exige capacidad para emprender, flexibilidad en el sistema de producción, atención para identificar necesidades, agilidad para atender la demanda, en fin. El panorama actual es preocupante, se han cerrado varias librerías, algunas de las transnacionales ya no publican autores nacionales o lo hacen a través de “tiradas domésticas” de sellos internacionales. Es importante mantener un espacio la expresión para el arte y el pensamiento “made in Ecuador”, algo que debería preocupar a todos los ecuatorianos.

Muchos escritores y escritoras nacionales realizan sus propias ediciones. Se han quejado debido a que algunas editoriales les cobran por publicación ¿Cómo ves este fenómeno?

La autoedición es un intento desesperado por comunicar su trabajo. El riesgo de fracaso es grande debido a las complejidades del mercado del libro. Cuando una editorial cobra por publicar está renunciando a elegir, a exigir calidad y, por supuesto, a cualquier credibilidad.

¿Hay poca producción literaria o es poca la calidad de la que hay?

Voy a responder evangélicamente: “La mies es mucha, pero los obreros son pocos”. Editar es un trabajo de selección, de fijar niveles de calidad y respeto por el lector.


Paradiso ha podido ir a ferias internacionales de libro haciendo esfuerzos conjuntos de manera independiente. ¿Qué experiencias has tenido de esto?

Primero constatar el absoluto desconocimiento de la cultura ecuatoriana en el exterior. Afuera sólo resuenan los nombres de Montalvo, Icaza y Guayasamín. Segundo, descubrir todo lo que está por hacerse: en información, en promoción, en gestión comercial, todo esto dirigido a ensanchar nuestros horizontes y a promover el mejor conocimiento de nuestra cultura y pensamiento.


Ecuador parece ser un país perdido en el negocio de la literatura mundial ¿Qué ha sucedido? ¿Qué se necesita para que cambie esa condición?

Trabajar, trabajar y trabajar. Pero hacerlo todos, de manera conjunta, sumando esfuerzos: autores, editores, gremios, gobiernos, medios de comunicación. Y, siempre, con la certeza de que los resultados no serán para mañana. La tarea editorial requiere visión de largo plazo, paciencia y tesón.


Las editoriales grandes apuestan más por los textos educativos, y por la literatura solo se inclinan por los libros infantiles y juveniles ¿Qué conclusiones se pueden sacar de esto?

Los textos escolares son un mercado cautivo. Esos libros los padres los tienen que comprar, sí o sí. Se minimiza el riesgo empresarial, y no existe riesgo cultural. No hay nada más previsible que un texto escolar. Algo semejante sucede con los libros infantiles y juveniles, las editoriales que los producen hacen lo imposible por asimilarlos al sistema educativo. Todavía no descubrimos nuestro Harry Potter, ¿no? La literatura es pasión, intensidad, apuesta por la ruptura. En nada se parece a un texto escolar.


¿Qué hacer para tener más lectores?

Convertir a la lectura en parte de la cotidianidad de los ecuatorianos, como encender la TV. Es fácil decirlo, pero se requieren bibliotecas, sistemas de promoción, renovar el sistema educativo, revolucionar la relación del profesor con el libro. Es una tarea monumental, pero hay que empezar a trabajar, allí donde uno puede incidir, aunque sea en una parte muy pequeña.

Jorge Osinaga -

(Entrevista publicada en diario El Metro de Guayaquil, del 23 de abril de 2007)