17 de enero de 2007

¡Viva la ceguera! pero tolete para los ciegos

Más vale tarde, que nunca. Esta frase cabe a la perfección para hablar sobre un evento que ocurrió hace tres meses y que es análisis de este artículo; y de una situación que lamentablemente tiene que ver con los actores culturales de Guayaquil.

II Bienal de Arte No Visual. Octubre de 2006. Comienza esta muestra que, según su director y curador Juan Castro y Velázquez, “pretende insertar a los no videntes en el medio cultural a través de su apreciación de obras hechas para ellos. Es adentrarse en su mundo y de percibir el arte de otra manera muy distinta a como estamos acostumbrados” (1).

El evento fue convocado por el Municipio de Guayaquil, a través de su Dirección de Acción Social y Educación (DASE). También se efectuaron otras actividades como conferencias, proyecciones de películas para ciegos en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC), publicación de una edición en Braille, y más.

Resulta interesante: la Municipalidad organiza un evento en el que se pretende que la gente conozca el mundo y las experiencias de los no videntes; así, todo bonito. Pero por otro lado, el discurso cambia.

¿Por qué decimos esto? Pues porque el mismo Municipio que busca integrar las realidades del mundo vidente con el no vidente, es el mismo Municipio que persigue a los ciegos que “osan” trabajar dignamente en zonas regeneradas.

Es sabido que la regeneración urbana ha traído ventajas a la ciudad, pero al mismo tiempo ha marginado -y seguirá marginando con su expansión- a vendedores informales, teatreros, betuneros; en fin, a todas aquellas personas que ante la falta de trabajos estables sustentan sus ingresos con el trabajo en la vía pública, entendiéndose por vía “pública” al espacio “de todos”.

Sobre los que se hacen ciegos

No soy partidario del tolete, pero sería bueno que les cayera uno simbólico a aquellos que se hacen los ciegos, y encima, mudos. Y es que el título de este post no solo habla del doble discurso de un estamento institucional con respecto a un grupo social, sino también del doble discurso de muchos de nuestros artistas. Así es señores. La política cultural “oficial” de la ciudad está hecha, al parecer, por gente que no conoce nada de ella o que ni siquiera se toma la molestia de salir a las calles o que teme decir las cosas con todos sus puntos y comas.

Ya es hora de que nuestros intelectuales silenciosos desaparezcan; ya es hora de no temer que la política “oficial” nos tache de non gratos, ya es hora de hablar. Difundamos el “pecado” que genera el juntar de dedos sobre bocas cerradas, símbolo del silencio; abramos la boca. Ser consecuentes es algo mucho más superior que callar y esperar las dádivas presupuestarias que nuestros artistas locales solicitan como limosnas, asegurando fieles servidores que nada cuestionan. Venzamos el miedo, para que con nuestra opinión se den cuenta del error de sus discursos. Señores del Municipio, señores artistas del Municipio, señores curadores del Municipio: sean consecuentes con lo que pregonan.

Hasta que eso ocurra, así será la cultura del pueblecito (preferiría decir “pueblito”, es más folklórico y acorde con el pensamiento de quienes manejan la cultura “oficial”, pero no faltará alguien que me acuse de “neologista”). En fin, casos y cosas del mundillo cultural de Guayaquil.

- Jorge Osinaga -

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Notas:

(1) El Universo, En Escena, 11 de octubre de 2006.