13 de mayo de 2006

Desde los bordes

Una panorámica de la nueva poesía ecuatoriana -una vertiente libre, provocadora, sin ambages y solemnidades- es lo que Cristian Arteaga, joven escritor quiteño, nos ofrece en este artículo publicado en Revista La Pepa, Nº 3, 2006 (Quito).

Por Cristian Arteaga

La joven poesía del país, sin duda, es una poética que se trabaja y se crea desde los bordes simbólicos y desterritorializados de las instituciones culturales y académicas, lo que produce un efecto por demás renovador e iconoclasta. Pues eso es lo que expresa la poesía de Carrillo y Villa Navarrete.

Enver Carrillo (Quito, 1972)
ESCASEZ

los vecinos parecen poseídos
recogen agua de las llaves del patio
en ollas, tinajas y botellas

me anuncian que escaseará por dos días seguidos

por mi parte estoy tranquilo
solo recojo unos pocos litros
para el café de la mañana y la tarde

no tengo ninguna preocupación
a sabiendas
de que no me baño muy seguido



Marcelo Villa Navarrete (Quito) 
BÓLIDO

bajo los cedros
animales de dos espaldas
zurcían bolsillos para calentar sus manos
ocho pares de zapatos
podaban el césped tras una pelota
un vestidito amarillo se enredaba
en las cadenas del columpio

iban a ser las cuatro
cuando recordé la cita
y escapé de la burbuja verde
como la savia tras el corte del hacha

recordé que aún no revelo
las fotografías de la playa
y que faltan diez páginas
para acabarme el libro prestado
y que a mis veintitrés
aún no sé domar un bólido

¿y si hoy me embistiera
algún mamífero?


Es importante la desacralización que hacen de los temas o relatos para traducirlos en una propuesta de humor sardónico o ironía. Es decir, se ha abandonado ese lirismo ortodoxo frente a los metarelatos como la soledad o el sentimiento.

En el caso de Escobar y Osinaga, asumen una actitud creadora sin ambages, y limada de una construcción estética aristotélica, es decir, solo lo bello es poesía. Por tanto, sus textos develan lo que no se escribe, se lo esconde, e irrumpen como un fogonazo en las mentes egoístas y sensibleras.


Fernando Escobar (Quito, 1982)
DE SHOPPING


''hasta las mujeres más hermosas
tienen el intestino lleno de mierda''
-Carlos Chernov-

Penélope se fue al centro comercial
si me pongo un lazo en el alma
tal vez con ella me quiera llevar.

Centauro con un código de barras por cara
me adentro en un Aqueronte de plástico
con tal de besar sus axilas de hielo.


Jorge Osinaga (Guayaquil, 1983)
MIOPÍA

Abrazado a un chico
luego de unos cuantos tragos
alguien me dice:
¿Estás mal de la vista, pendejo?
Ese que abrazas es un hombre

Yo respondo:
No, cojudo, esto es
lo que la noche
generosamente
me ha entregado


En el caso de Tituaña, Cuzme y Lasso, los indicios son la verdadera poética. Su creación es eminentemente urbana, pero construida en los entresijos de esa ciudad infierno, defraudada, sin maquillaje, desembocando en una poética minimalista donde el mínimo detalle o la sencillez de la situación dotan de sentido y entendimiento al texto.

Samuel Tituaña (Quito, 1971)
WAIT FOR MI

_no botar basura
decía en la pared
y bajo ella cada noche
aparecía como testigo
del hastío humano

_la luz inmutable alumbraba
apenas un cartón
fundas y desechos
de toda marca

_mientras una boca
muerde el cuello
un pezón erecto
perdía equilibro

la otra arrancaba
todo vello húmedo

luego tarareando
el último hit
entre el vapor del café
que va por la cera
patean discursos
inhalados
de una funda paria


Alexis Cuzme (Manta, 1980)
DELIRIOS DE UN MAL POETA
(fragmento)

Se supone que soy un poeta,
un poeta 'privilegiado' al parecer,
un oficio, invitación, compromiso etc. así lo sustentó
y ¿quién soy yo para contradecir estas cosillas?
¿cómo decir lo contrario o afirmarlo
si aún no sé si esta gruta estará iluminada al final?

Algo de nicotina haría que fuese menos duradero
sobre este mundo. Inhalé, expulsé.
Nada mejor qu autoeliminarse
sin esperar que algún desconocido
suelte la primera o última bala sobre nosotros,
la primera o última cuchillada,
solo para comprobar que en el fondo
somos tan comunes como el resto.
Seres triviales escondiendo secretos,
rellenos de intestinos cada vez más intoxicados,
de sangre y sesos alucinado.


Edison Lasso (Piñas, 1977)
ÚLTIMA RISA

No debía escupir mi nombre
y arrojarle tierra como a un perro
porque tu dicción al pronunciarlo
era lo único bueno que tenías,
por eso no te sorprendas
cuando después de quitarte la careta
y colgar el sexo dentro del armario
te descubras vacía
pues no solo arrojaste
una palabra hecha burbujas,
también perdiste
los peces de coral
que irradiaban tus entrañas
y la gelatina de ciruela que llenaba tu cabeza.

Huérfana de todo
me sabrás indiferente a tus tonterías
y no sospecharás que en realidad
quien se queda sin nada
no eres tú.

Como puede leerse, esta irrupción de los nuevos poetas es un flirt a los lisonjeros estrépitos de la titubeante burocracia cultural del país. Y esto ya es bastante, pues la responsabilidad del trabajo con la palabra rebasa justificaciones sobre el texto que puede mejorarse. Un texto está bien o mal escrito, no hay término medio. Y estos poetas de los bordes, retoman sus temas junto con la ciudad como un testigo omnisciente, es decir una perpetua comunicación con ella; los unos no pueden existir sin la otra, y viceversa.