1 de septiembre de 2006

Un Salón de Julio con sorpresas y desaciertos

Este 29 de agosto terminó la exhibición de los trabajos ganadores y aceptados de la última edición del Salón de Julio organizado por el Museo Municipal de Guayaquil. El evento -considerado por muchos una de las vitrinas más importantes del arte contemporáneo nacional- nuevamente ha entrado en la polémica. Se ha visto un esfuerzo más de la Dirección de Cultura del Municipio, y particularmente de los directivos del Museo Municipal, por encerrar a las artes plásticas en una pequeña y egoísta definición: sólo pintura.

Los más reconocidos Salones de Arte nacionales e internacionales alrededor del mundo acogen todo tipo de expresiones del campo de la plástica, que pueden ir desde la escultura, el grabado y el dibujo hasta las -en nuestro medio- recientes manifestaciones del vídeo-arte, el arte objeto, instalaciones y happenings. En ellos, cada año está dedicado a una disciplina o se crean diversas categorías; es decir, la alternabilidad y el esfuerzo por abarcar y reconocer la más destacada producción en todas las ramas de la plástica constituyen su razón de ser.

Son cosas que el Museo Municipal debería tomar en cuenta, en primer lugar, cuando organiza uno de los Salones más reconocidos del país, más aún cuando el mismo se autocalifica como “de excepcional trayectoria en América Latina”; y en segundo lugar, cuando el mismo jurado recomienda ampliar, flexibilizar y actualizar la noción de pintura establecida en las bases del concurso, de acuerdo con la práctica artística contemporánea y la experiencia en este sentido de otros eventos dedicados a la pintura”. En pocas palabras, si desea ser referente de arte contemporáneo debe adecuarse a las exigencias artísticas de estos tiempos.


El mismo jurado recomendó a los organizadores "flexibilizar la noción de pintura"

¿Puede justificarse esta marginación por el hecho de la pequeña dimensión de las instalaciones del Museo dedicadas a exposiciones o por la mera cuestión retórica referente a las bases mismas del concurso que estipulan claramente que es un Salón dedicado solo a la pintura? ¿O diciendo que las otras ramas de la plástica tienen su “merecido espacio” en la Feria de Artes al Aire Libre (FAAL)? Si con esto damos por cerrada la polémica, pues el arte nacional lamentablemente caería en reduccionismos, exclusiones y discriminaciones enormemente perjudiciales. Si queremos que nuestro Salón se ubique entre los más importantes circuitos de arte en Latinoamérica se debe dejar a un lado pequeñeces y conformismos para crecer y establecer una apertura que garantice igualdad de condiciones y reconocimientos para todas las manifestaciones de la plástica.

Algunas posturas hablan de una crisis en la pintura nacional, lo que es innegable. La cantidad de obras enviadas al Salón (260) versus las aceptadas (16) hablan de ello. ¿Cómo no va a existir una crisis si los artistas no tienen a la mano algo tan elemental como un punto de partida, un registro, algo tangible no meras referencias; en otras palabras, una muestra integral de los procesos de la pintura contemporánea ecuatoriana? ¿Cómo no va existir esa crisis si el único proyecto que quiso abarcar gran parte de estos procesos, la muestra Umbrales, se truncó por meros tecnicismos burocráticos y egoísmos entre los viejos artistas? Es impensable que un país no cuente con un espacio permanente que registre y muestre de manera integral no sólo el desarrollo de la pintura contemporánea, sino también de la plástica entera; es menos impensable aún que esto suceda en una ciudad como Guayaquil que se esfuerza por verse insertada entre las grandes metrópolis del mundo. Tener ese espacio-memoria garantizará una brújula que servirá de referente para la concepción y desarrollo de nuevas y mejores producciones artísticas. Mientras esto no suceda, la crisis continuará.

El Salón

Pese a estos desaciertos y la dictadura de la pintura, el Salón mostró sorpresas. Soy de los que piensan que el futuro de todas las artes en sí es la integración, y ese paso se ha dado en este Salón; particularmente en la fusión de artes plásticas con la literatura y el vídeo. Cuatro obras me llamaron particularmente la atención.

Propuesta interesante es la obra ganadora de este certamen: Coartadas, de Félix Rodríguez. Su autor pertenece a a esa nueva camada de artistas influenciados por el arte conceptual y la formación recibida de los primeros introductores de la tendencia en nuestro país, los ex integrantes del grupo La Artefactoría. Rodríguez formó parte, además, del grupo La Limpia; de efímera existencia pero cuyos ex integrantes están marcando importantes caminos dentro del arte nacional.



Coartadas”, de Félix Rodríguez. Primer lugar del Salón de Julio 2006.
La obra integra literatura e imagen.

Coartadas es una construcción narrativo-visual en la que se integran historias (literatura) con gráficos (pintura) a manera de una bitácora que tiene como marco la coincidencia de determinadas fechas cívicas nacionales con los cumpleaños de gente común y corriente. Rodríguez plantea desde un comienzo el experimento: narrar hechos comunes ocurridos en fechas especiales dentro de otras fechas especiales; desacralizar lo cívico por lo cotidiano, demostrar que por otras razones se recuerda más lo propio que lo "importante" y que sólo así, y en estas circunstancias (un cumpleaños), las personas tienen derecho a celebrarse a sí mismas y no celebrar "lo que todos deberían". Nuestros tan cotidianos y personales momentos importantes que Rodríguez llega a elevarlos hasta el punto de dedicarle sellos postales. El jurado calificó a esta obra como un ingenioso arte-objeto, es decir, una obra que tiene como base en su elaboración elementos no tradicionales o ajenos a la pintura y que desea así serlo; en este caso, toma como soporte una simple carpeta-portafolio que contiene página por página las historias y sus respectivos sellos.

El único inconveniente de esta obra: el montaje. El arte-objeto se idea como la necesidad de llevar lo común al grado de obra de arte, construyendo una relación entre el público y la obra insertando en ella objetos cotidianos; que en este caso son las mismas historias, lo que es formidable, y el soporte. Por otro lado, encerrar Coartadas en una urna acrílica perjudica el fin buscado con la obra, aleja a ese producto de lo común hecho arte del mismísimo entorno del que fue producido: la gente. Si Coartadas va a ser expuesta nuevamente, que lo sea como debe ser: exhibiendo el trabajo original y no una copia láser a color del contenido. Así, el público contemplará realmente la obra y no un reflejo de ella.

Salmos, de Jimmy Mendoza, -tercer lugar en este Salón-, muestra el espíritu de su creador: los sentimientos de un pintor defraudado con el mismo arte, la concepción de este en nuestro ambiente, la irreverencia y la necesidad de convertir nuevamente en arte un campo recién explorado por Mendoza: sí, nuevamente aparece aquí la literatura.



La obra "Salmos", de Jimmy Mendoza, se hizo acreedora al tercer lugar.

Parecería cacofónico e incluso redundante, pero con Salmos Mendoza -quien obtuvo en 1996 el primer premio del Salón- se burla de los conceptos mismos del arte conceptual. Los toma y dispara contra lo que él ha calificado como “aquellos artistas que creen ser conceptuales por haber leído unas cuantas revistas de arte norteamericanas o europeas”.

Para decirnos qué fácil es hacer una obra de arte, toma seis hojas de un libro viejo, un poco apolillado, y en ellas graba con máquina de escribir y dibuja con papel carbón diatribas contra sí mismo y su ambiente; toma salmos bíblicos y remplaza la palabra Jehová con su nombre, se ensalza pero a su vez se critica como una voz consciente venida desde arriba y al mismo tiempo de sí mismo. Mendoza acoge la metatextualidad, juega con otros textos externos y los incorpora a su obra. Él dijo que entraba en la literatura y con literatura ha marcado lo que parecería su aparente fin en el campo pictórico.

No formó parte de las obras premiadas, pero Catalino, de Marco Alvarado, plantea una eterna interrogante: ¿qué es más comunicativo, el texto o la imagen? En esta obra podemos decir que ambas.


“Catalino”, de Marco Alvarado.

Tanto la una como la otra se complementan, la riqueza del texto se perdería sin la riqueza de la imagen y viceversa; es una obra en la que es inevitable obviar lo uno y lo otro. Por otro lado, también tiene dedicatoria a algunas posiciones “duras” en el arte nacional, y no es algo gratuito lanzado al aire por lanzarlo; Alvarado usa la misma obra como arma de toda su ironía: sólo con contemplar el cuadro y leer la historia usted podrá descubrirlo. Una clave: la miseria y pobreza de la simple representación.

Otra de las obras que no fueron galardonadas pero no por eso de poco interés la constituye Billetes corporales-numismática uno, dos y tres de Joel Ramírez. En ella, Ramírez explora las posibilidades de la unión del vídeo con la pintura.


Con el vídeo, Ramírez compara las tácticas de amor por clase: “aniñado”, de clase media y popular, yuxtapuestas a la representación pictórica de imaginados billetes cuya denominación es más alta o baja de acuerdo a la clase a la que pertenecen. Lo notable de esta mezcla visual es que la expresión y el movimiento dados por el vídeo contribuyen enormemente al sentido completo de la obra.

Como conclusión, la incorporación de otras expresiones del arte (literatura y vídeo) permite mayores interpretaciones, enriquece las obras, plantea nuevos tratamientos y apreciaciones, y amplia mucho más los horizontes; horizontes que ahora más que nunca pueden ser realmente infinitos.

- Jorge Osinaga -