20 de diciembre de 2017

Mártires II



"Sentarse y contemplar cómo cae el castillo de naipes sin mover un solo dedo es un gran placer. Porque, al final, después de tanta palabrería y supuestas acciones, que más bien son solo trucos de histriones, nadie sale del puto círculo. Todos hablan de cambio y terminan deviniendo en lo mismo que combatían. Me pongo a un lado y me regodeo al ver la caída de las máscaras. No hay esperanzas, salvo que aquellos que deseen cambiarlo todo -y esto han decidido hacerlo a través de un ejercicio de poder- se autoeliminen".

Los mártires suicidas

-Jorge Osinaga-

21 de septiembre de 2017

Huye y salta



Un reptiliano huye de su cautiverio en una base militar 
y corre por el desierto.
Si no salta, se le va la vida.



-Jorge Osinaga-

20 de agosto de 2017

Corazón tras la batalla



Ilustración: Janio Díaz Navarrete

"Me siento en esta banca y pienso las ansiedades que se cavilaron en ella mientras se veía a la ciudad pasar. El pasto es sagrado, solo apto para pájaros, ardillas, iguanas y jardineros. Hasta el mismísimo césped debe pensarse un lujo por el simple hecho de ser césped. Concreto y metal para las posaderas. El verde queda como museo, como rareza intocable. ¿Por qué no puedo echarme en la grama, contemplar las nubes, sentir el viento en la cara y dormir después de una serie de derrotas? Necesito tocar tierra, como quien regresa a la ancestral casa y, de repente, decide acostarse en la cama de la infancia o en el lecho materno; en ellos parece que las tristezas, las preocupaciones y la velocidad de un mundo salvaje se disipan con la fuerza del más reconfortante de los sueños. Pero no puedo anclarme en esto, los golpes siguen. Contemplas a un canario ir de almendro a mango, y de mango a ficus. Piensas que tiene una vida fácil, pero no es así. Le tomó mucho saber distinguir a qué rama aferrarse para no sucumbir tras miles de caídas. Miro de nuevo la calle, un hombre y su hijo caminan y juegan. Los veo felices. A esta hora, muy temprano, sale la gente decente. Admiro el valor de su sacrificio, de dejar a un lado su vida para llenar la de otro, la de quienes aman. Quizás en eso radique la máxima prueba, la más alta consideración humana: dejar de ser para dar. Huyo de mis divagaciones y lamento mis caídas, mis errores. Camino aletargado a la casa, veo mi cama y él está ahí. Me desmorono y comprendo que solo necesito un abrazo. Con él se borra todo. Espero salir de mi abismo, solo lo podré hacer con mucha ternura".

-Extracto de Ciudades.
Jorge Osinaga

8 de abril de 2017

Mártires I


Foto: Mary Ellen Mark - Marlon Brando en el set de 'Apocalypse Now', 1976


"Visité a un hombre de cabello rubio que vivía desnudo en la selva. Había fundado una especie de secta naturalista en Sucumbíos. Le conté que investigaba la vida de un funcionario del Banco Central de inicios de siglo que por entonces hizo un detallado estudio de toda la gente que cagó al Ecuador desde la colonia hasta casi bien entrada la modernidad. Me dijo que no conocía al personaje. El colorado, como algunos le decían, se hacía pasar como escritor y gurú de la pequeña comunidad de aduladores que había formado, pero en realidad era un espía al servicio de lo más oscuro de Carondelet. El sociólogo, economista y genealogista César del Hierro aun seguía vivo y sus escritos estaban fraguando e inspirando una incipiente revolución. Ese día cometí el error de contarle a un extraño de mi obra. Ese día el impostor rubio transmitió a Quito sus reportes y, tras recibir órdenes, inició la caza del venerable anciano que, por suerte, se había escondido no muy lejos de su perseguidor; pero lo suficientemente remoto para nunca ser encontrado. Se creía que los adeptos de Del Hierro eran una legión, aunque lo cierto es que eran un puñado de personas tan sagaces como el jaguar e igual de silenciosas que la serpiente".

Los mártires suicidas